viernes, 13 de mayo de 2011

Momentos difíciles

En los últimos 30 días, solo he podido entrenar 9 veces y con dolor.
Son momentos difíciles, en los que a pesar de que soy un apasionado de este deporte, hay ocasiones que si lo pienso 2 veces me apetece mandarlo todo a la mierda.
Me frena el aún no haber hecho la marca que creo que puedo lograr en maratón y en media, si no, no me calentaría la cabeza, y me tomaba un año sabático.
Pero claro con 34 años, no me quedan tantos cartuchos que tirar.
Ya sé que mucha gente pensará que con 34 años soy joven, y si es cierto. Pero yo a excepción de los 5 años que estuve lesionado, llevo corriendo desde los 8 o 9 años y claro, no es lo mismo la persona que empieza a practicar atletismo a los 25 o 30 años, que la gente que llevamos desde niños machacándonos.
Es inevitable que nuestra fecha de caducidad esté más cerca (no solo físicamente).
Cuando tenía 20 años si paraba un mes, no pasaba nada, a la semana de volver estaba corriendo por debajo de 3:20. Ahora con 34 si parara un año, sería casi seguro el adiós definitivo a la marca que sueño hacer en maratón.
Sin duda esta lesión que va camino de los 4 meses es la peor desde que tuve la de rodilla en el año 2000, aquella lesión me apartó 5 años del atletismo.
En realidad creo que me apartó para siempre de haber podido ser un corredor de un buen nivel.
Ahora mismo estoy bastante mal, pero espero recuperarme y poder hacer la marca en maratón, y después que sea lo que Dios quiera.
Hoy he salido a rodar 1 hora, sobre 5 min. el kilómetro.
Rodar a ritmos tan lentos me cansa más que correr rápido.

jueves, 5 de mayo de 2011

Primera entrevista de Yuki Kawauchi


Primera entrevista de Yuki Kawauchi a un medio Español:

Cuando el funcionario Yuki Kawauchi llegó el lunes 28 de febrero al instituto de Kasukabe (50 kilómetros al norte de Tokio) donde trabaja como administrativo, sus compañeros le recibieron con aplausos. Y los alumnos estaban muy contentos. Y había un grupo de periodistas esperándolo. Y él estaba muy cansado: «Había dormido muy poco», dice.

El día anterior había terminado en tercera posición el maratón de Tokio. Fue el primer japonés en cruzar la meta (2h08.37), con lo que ganaba un BMW. También fue más rápido que cualquier japonés desde 2008, con lo que automáticamente entraba en el equipo de su país para los mundiales de atletismo de este verano en Daegu (Corea del Sur). De ahí el cansancio, los aplausos y las sonrisas. Y los periodistas a la puerta.

No es fácil dar con él: Kawauchi, corredor aficionado de 23 años, vive fuera de las estructuras de los equipos y al margen de la federación. Se prepara sin entrenador dos horas por las mañanas y por la tarde trabaja otras ocho para el gobierno de la Prefectura de Saitama.

La federación no contaba con tener que enviar a alguien así al mundial. Tras los Juegos de Pekín creó un programa específico para maratonianos, que empezó a tambalearse ese domingo: «Kawauchi encuentra tiempo para entrenarse y se lo paga de su bolsillo —decía Yasushi Sakaguchi, responsable del programa—. En el equipo oficial hay muchos corredores perezosos. Deberían ser más humildes y hacer como él». El 4 de marzo, cuando Kawauchi era ya modelo de esfuerzo y éxito en Japón, se canceló el programa de maratonianos.

No le esperaba la federación, y no se esperaba él mismo: «Hacia la mitad de la carrera iba en el grupo de cabeza, y me preguntaba: “¿Es éste mi sitio?”». Después, alrededor del kilómetro 30, se descolgó y parecía que cada elemento regresaba pacíficamente a su lugar. Un keniano y un etíope en cabeza (Mekonnen y Biwott), seguidos del keniano Njui y el japonés Yoshinori Oda (equipo Toyota), que ya había representado a su país en medio maratón en los mundiales de 2004 y 2009. Lo normal. Pero no lo último.

«Yo había podido correr relajado hasta el kilómetro 34, y aunque iba sufriendo, me quedaba algo de energía y fuerza espiritual». Cinco kilómetros más adelante vio a tiro a Oda y Njui: «Me pareció que habían bajado el ritmo y que podía superarlos si les adelantaba enseguida, aprovechando la bajada que venía». Les alcanzó al pie del repecho. «Iba sufriendo mucho», dice. Cerró los ojos, apretó los dientes, agachó la cabeza y aceleró cuesta arriba. Y siguió al bajar, mientras pensaba: «No quiero perder».

Al pie de la bajada, la calle se retorcía a la derecha, pero Kawauchi, aún sin abrir los ojos, siguió esprintando de frente, casi trastabillándose. Njui aprovechó para adelantarle de nuevo por el interior. Kawauchi, destrozado, se rehízo: «Me empujaban los gritos del público: “¡No te rindas!”». Apretó los dientes y recuperó el tercer puesto: «Quería cambiar, dejar de ser el chico que no es suficientemente fuerte; así que exprimí hasta el último resto de mis fuerzas». Se repetía: «No quiero perder».

En el avituallamiento del kilómetro 40 recogió la última botella de la bebida que le prepara el responsable de la cafetería del instituto, una mezcla de zumo de naranja, miel y zumo de limón.

Bebió, se echó un chorro sobre el cuello, tiró la botella y siguió. De allí al final, fue el más rápido de los participantes, 6 minutos 52 segundos. Casi todo ese trecho de 2.195 metros con los ojos cerrados. Corría sobre el filo de su propio límite, donde el dolor se transforma en algo extraño: «Justo antes de alcanzar esa situación extrema, corría en estado de euforia, lo que se llama el subidón del corredor». Así cruzó la cinta, se trompicó otros 16 pasos y se desplomó: «No podía seguir de pie. Por la deshidratación no sentía las manos ni las piernas, y me costaba respirar», dice.

Antes del de Tokio había corrido cinco maratones, y en cuatro había terminado en la enfermería. Sabía que iba a caer, pero pensaba: «Estoy haciendo mi mejor carrera». Y sí: rebajó casi cuatro minutos su marca del año anterior en Tokio, 2h12.36.

Por eso le esperaban los periodistas. También por eso, dos días después aparecieron allí el presidente de la federación de atletismo, Keisuke Sawaki, y un grupo de directivos. Habían estado llamándole desde el domingo, pero él, abrumado, había programado el teléfono para recibir solo llamadas de números que estuvieran en su agenda. Por eso fueron en persona. Querían asegurarse de que llegara en buenas condiciones al mundial. Le ofrecieron un representante que le gestionara la atención de los periodistas. Los funcionarios están sometidos a restricciones en su contacto con los medios. Todavía ahora las entrevistas debe autorizarlas la dirección del instituto.

También le ofrecieron un entrenador, hueco que en las carreras ocupa su hermano Koki, de 18 años, que se acredita como tal para ayudarle a llevar sus cosas y la bebida de la cafetería del instituto. Pero Kawauchi prefiere seguir solo: «Entrenarme por mi cuenta me da libertad, aunque tenga que asumir toda la responsabilidad. Pero con esa libertad, puedo disfrutar con otros corredores que piensan como yo, e ir a mi propio ritmo, sin presiones».

Los visitantes de la federación también querían que el instituto le pusiera más fácil prepararse liberándole de algo de trabajo. Pero tampoco quiere cambiar eso. Se está reservando varios días de vacaciones para ir a Daegu a correr el 4 de septiembre.

Fuente: ABC.es

El video del recibimiento en la oficina.

Piscina y gimnasio

Hoy he hecho un entrenamiento que me ha recordado la época en que estaba preparando el Ironman:
30 min. elíptica,
30 min. de bicicleta estática,
2000 metros de natación
Bueno, antes de nadar también he hecho muchas abdominales y lumbares.
No me recordaba lo aburrido que resulta nadar en piscina. Seguramente si este fin de semana sigo jodido de la espalda me pille el neopreno y me vaya a nadar al mar.
Ahora mismo no tengo el cuerpo para música Trance 150 BPM (Beats por minuto o golpes por minuto), prefiero escuchar esto:
(Pixies es uno de mis grupos favoritos desde que tenía 13 o 14 años)

miércoles, 4 de mayo de 2011

martes, 3 de mayo de 2011

3-5-2011

Hoy después de bastantes días sin entrenar he rodado sobre 4:10.
Que extraño se me hace rodar sin objetivos.
La molestia sigue, pero más localizada.
Al menos tengo más acorralado el dolor, por lo que sé mejor donde hay que atacar.