A diferencia de la primera operación, esta vez no me hizo falta el despertador.
Al primer golpe de vista al despertador, vi las 6:45. Me
levanté, me preparé la mochila con el mp3, algo de leer y unas chanclas.
No me sentía nervioso, más bien un poco abatido por tener
que pasar otra vez por el mal trago.
Quise llevar el coche
hasta el hospital, me tranquiliza conducir.
A las ocho en punto entré apresuradamente en admisión.
Suponía que la espera sería de una media hora, pero se alargó hasta la una de
la tarde.
A la una en punto dijeron mi nombre por megafonía y pasé a
una sala donde te preparan las vías para entrar al quirófano.
La enfermera, sin darme tiempo a decirle que prefería en el
brazo, me puso la vía en la mano (en la mano es mucho más doloroso que en el
brazo).
Me sentaron en una silla de ruedas y me llevaron hasta la
entrada del quirófano.
Una vez allí, había
otro hombre esperando, cruzamos una mirada de resignación y al instante me
metieron para dentro. Antes de entrar nos deseamos suerte.
Ya tumbado en la mesa del quirófano, les comenté que no
quería que me sedaran, prefería estar conciente toda la operación. Oí una voz
que decía: – De cada cien siempre sale
algún tipo raro que no quiere dormirse- .
Me inyectaron la anestesia local, y empezaron a ponerme 3
catéteres por las venas y otro de 7mm por la arteria femoral.
La anestesia evita el dolor pero las paredes arteriales no
se anestesian, por lo que cuando pasa el catéter por la femoral es horrible (solo
de pensarlo me mareo).
Una vez con los tubos pasados, ya me relajé un poco. En todo
momento podía ver por un monitor toda la
operación. Como me vieron bastante tranquilo me dijeron que si me apetecía oír
música, les dije que si.
Está claro que la situación no era agradable, pero la música
me ayudó muchísimo a que me relajara.
Mientras miraba por el monitor la operación, escuchaba buenísimos temas de Rock de AC/DC, Metallica,
Dire Straits,... etc.
Me avisaron cuando me iban a hacer la ablación, me preparé
para soportar el dolor y después de un par de minutos sintiendo una fuerte
punzada en el corazón, me dijeron: - vale, ya está-.
Me quedé sorprendido por lo poco que habían tardado, allí
dentro la percepción del tiempo no la tienes clara, pero se me hizo corto, en
realidad habían tardado una hora y media. Hasta ahí todo bien.
Una vez quitados los catéteres, empezaron a hacer presión en la ingle sobre las venas y
la arteria para que pararan de sangrar. A pesar de la anestesia el dolor era
muy fuerte.
Después de media hora, la arteria femoral no paraba de
sangrar, los enfermeros se turnaban para poder mantener la presión; mientras
tanto yo apretaba el hierro de la camilla para soportar el dolor. Cada diez
minutos comprobaban si paraba, pero no
paraba de salir sangre.
Por lo visto me habían puesto más heparina (anticoagulante)
de la que tocaba para mi peso.
Empecé a asustarme un poco. Me comentaron que al final pararía, tardase lo que tardase.
Pasé un dolor horrible por la presión tan fuerte, pero
después de 90 min. paró.
Me hicieron una compresión para evitar que volviera a
sangrar y me pasaron a una planta, mientras me daban habitación.
Mientras tanto estaba totalmente inmóvil; debes de estar
veinticuatro horas sin moverte ni incorporarte, ni tan siquiera para beber,
comer ni orinar.
Cuando llegaron los camilleros empezaron a moverme sin
demasiado cuidado.
Les comenté que había tenido problemas en el post-operatorio
y que fueran con mucho cuidado, pero no me hicieron mucho caso.
Ya en la habitación les comenté a mis familiares todo el
tema, que la operación había salido bien pero había habido complicaciones a la
hora de cerrar la arteria.
A los pocos minutos empiezo a notar humedad en mi pierna, le
digo a mi mujer que mirara que estaba pasando y se da cuenta de que estoy
empapando la cama de sangre.
Inmediatamente avisaron a la enfermera. A los pocos
segundos, la habitación se llenó de
médicos y enfermeros.
Corriendo me quitaron la compresión, la sangre salía como un
grifo. Menos mal que mi familia estaba fuera y no lo vieron. El médico me dijo
que me preparara, que iba a sentir el dolor más fuerte que nunca hubiera tenido
antes, al instante él y dos enfermeros
dejaron caer su peso sobre mi arteria femoral, el dolor era tan fuerte que casi
perdía el conocimiento. Entre tanto sufrimiento pude oír que el médico pidió
que me pincharan morfina. Después de inyectarme la morfina notaba calor en el
pecho pero el dolor no remitía.
Mientras tanto el compañero de habitación sufrió algún
percance, diciendo que se moría. Aquello
parecía un hospital de campaña de la guerra de Vietnam.
No tengo ni idea de lo que estaba pasando, pero entre lo mío
y lo de él, en la habitación habrían casi diez personas entre médicos y
enfermeros.
Durante todo ese tiempo mi familia estaba fuera sufriendo y
viendo el trasiego de médicos y bolsas de sangre, sin saber realmente si eran
para mí o para el compañero de habitación.
Los minutos pasaban y cada vez que comprobaban si la femoral
había parado de sangrar salía un chorro de sangre. Recuerdo oír a una médico
decir: - sácale sangre para el análisis
por si hay que ponerle una bolsa y trae más morfina-.
Mientras me inyectaban morfina por la vía del brazo izquierdo, por el
derecho me sacaban sangre, el
sufrimiento era extremo. A pesar de las dos dosis de morfina no perdí el
conocimiento y a la media hora más o menos pudieron frenar la hemorragia.
Una vez paró, me hicieron una compresión muy fuerte. Los
recuerdos a partir de ese momento los tengo borrosos, la morfina estaba
actuando.
El análisis confirmó que no era necesario hacerme una
transfusión de sangre. La doctora antes de irse me dijo: -Te va a salir un hematoma impresionante-.
Después de eso, vi a mi familia y a mi amigo Alex en la
habitación.
Las siguientes veinticuatro horas estuve inmóvil con la
cabeza mirando al techo sin poder incorporarme. Se que era necesario, pero no
deja de ser una tortura en toda regla.
Durante la noche no pude dormir nada por miedo a que me
volviera a salir sangre, fue un auténtico suplicio.
Pasadas veinticuatro horas y no habiendo sangrado, me dieron
el alta.
Me costaba moverme pero me encontraba bien dentro de lo que
cabe.
El domingo por la tarde a pesar de estar dolorido decidí dar
un paseo para que me diera el aire. Me costaba andar, pero el paseo hizo que me
sintiera mejor.
Hoy todo ha cambiado,
el dolor en la pierna es insoportable, el hematoma sigue igual pero la pierna
la tengo muy inflamada.
Me avisaron de que los daños en la pierna donde me hicieron la presión iban a ser
importantes.
Ahora mismo tengo un gran dolor en la pierna, es más, me
cuesta concéntrame para poder escribir.
Es increíble, la primera operación fue horrible (ocho horas
y sin éxito), pero en el post-operatorio
no se presentaron dificultades. En cambio esta vez que la operación fue
perfecta, el post-operatorio fue un suplicio (uno de los peores momentos de mi
vida).
A veces tengo la sensación de que la vida se ha ensañado,
poniéndome a prueba, para ver hasta cuanto dolor físico soy capaz de soportar. En
serio ¿Qué quiere? ¿Con una vez no había bastante? ¿Por qué no salió todo bien
a la primera? Estas preguntas no paran de azotarme la cabeza.
Me siento aliviado, porque la operación ha salido bien e
independientemente si vuelvo a correr o no, lo más difícil ya esta pasado.
De momento me han dicho que en una semana podré hacer vida
normal, el tema de correr todavía no se ha planteado.
De todas maneras en este momento tengo la pierna totalmente destrozada.
A vosotros solo puedo deciros gracias, gracias y gracias, por
todo vuestro apoyo.