martes, 29 de noviembre de 2011

2:29:20

Realmente no sé por donde empezar, en estos momentos tengo tantas emociones por la carrera de ayer que necesito reubicar un poco todos los recuerdos y sensaciones vividas.
Hoy al levantarme he tenido la misma sensación que tenia cuando era niño y el día después de la noche de Reyes despertaba con ansia por volver a ver mis juguetes.
Cuando me he despertado solo tenia ganas de pensar en mi marca y disfrutar de ella, al sonar el despertador las primeras palabras que han sonado en mi mente han sido: ``Joder tio, ya has bajado de 2:30´´.
Después de haber estado toda la pasada semana en el hospital con mi hijita, durmiendo en un sillón muy incómodo, no tenia especialmente ganas por correr la maratón, pero Jose Luis Del Campo y Carlos Alcalá, me animaron para que corriera y no me viniera abajo.
Dado que mi hija se recuperó perfectamente y todo estaba bien, decidí hacerles caso. Llevábamos mucho tiempo soñando que los 3 bajaríamos de 2:30 el mismo día.
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Y así llegamos al pistoletazo de salida, salimos y nos agrupamos todos los que íbamos a ritmo de 3:30.
Las sensaciones a ese ritmo eran como si estuviera corriendo a 5, me encontraba perfecto, no obstante no quería echar las campanas al vuelo porque un maratón ya sabemos todos lo que es, de estar perfecto puedes pasar a estar fuera de la carrera en un kilómetro.
Al paso por el 10K no quise pensarlo mucho pero el dolor de espalda que durante todo el año me había destrozado, empecé a notarlo otra vez.
Era increíble, llevaba meses sin notarlo y justamente me volvía en ese momento, preferí no prestarle atención y centrarme en la carrera. Gracias a Dios el dolor desapareció en un par de kilómetros, supongo que pudo ser por la tensión o los nervios.
Los kilómetros iban pasando, seguíamos un grupo compacto, con 1:14 pelaos nos plantamos en la media maratón. Al ver que íbamos por arriba de 1:13, Luis Felix decidió dar un cambio, Del Campo no lo dudó y se fue con él.
Con los que se habían descolgado y los que se habían ido, nos quedamos Carlos Alcalá, Agustín Sieres y yo solos.
No quise decirle nada a Carlos pero en ese momento yo lo estaba pasando muy mal, me dolía la barriga bastante y tenia un poco de flato, realmente el flato me acompañó desde el kilómetro 15 más o menos, y aunque me era muy incómodo me dejaba correr.
Decidí esperar y que pasara el mal momento, me limité a dejar la mente en blanco y en fijar la atención en la gorra de Carlos.
Poco a poco iban cayendo los kilómetros y de ritmo íbamos perfectos.
Yo empecé a mentalizarme en llegar al 30 y después aguantar como pudiera, pero más o menos por el 28 un par de corredores de Madrid nos cogieron, iban un poco por debajo de 3:30. En ese momento empecé a descolgarme del grupo, a lo que Carlos me dijo: ``Hay que irse con ellos´´ yo le contesté: ``Yo paso, vete tú ´´, pero en eso una voz interior me dijo : `` Puede ser que este tren no vuelva a pasar más ´´.
A los pocos segundos me vine arriba, apreté los dientes y volví a conectar con el grupo. A partir de ahí fue un tramo duro pero pude soportarlo bien.
Ya cuando vi el 39 me dije: ``esto está hecho ´´.
Me equivocaba, a partir del 40 el flato me empezó a dejar sin respiración, tuve que aflojar un kilómetro a 4, con lo que ya me quedé solo.
Pero si la cosa estaba mal, aun empeoró más, el gemelo derecho parecía que me iba a explotar , el dolor era desgarrador.
Era una situación desesperante, estaba ya a punto de bajar a la Ciudad de las Ciencias y no sabia si podría bajar de 2:30 , o incluso si me tendría que retirar en el último kilómetro.

En esos momentos dejo de tener casi recuerdos, solo dolor y sufrimiento.
No recuerdo casi atravesar la pasarela para llegar a meta, de hecho no recuerdo llegar a meta.
Solo recuerdo dolor de gemelo y de barriga, y en eso oigo a mis amigos chillar: ``Hemos bajado ´´ me abrace a ellos y me derrumbé en el suelo.
En ese instante, no sentía alegría, solo dolor.
No pude aguantar las lágrimas de dolor, me reventaba el gemelo izquierdo y la barriga me dolía mucho, era insoportable.
La cosa a los minutos se fue calmando y ya pude ver a mi familia, pero cuando estaba hablando con ellos empecé a marearme.
Le dije a mi mujer y a mis padres que nos fuéramos cuanto antes a casa, a partir de ahí no recuerdo casi nada, sé que hablé con gente, pero no sé ni quien ni de que hablé.
El camino hasta el coche se me hizo más largo que el maratón.
Al llegar a casa, vomité unas 6 o 7 veces, por lo visto me sentaron mal los geles.
Me quedé en la cama destrozado, una hora más o menos, cuando pude gesticular palabra le dije a mi mujer que llenara la bañera de agua caliente.
Acto seguido me levanté de la cama y continué un rato tirado dentro de la bañera, con la mirada perdida y la mente en blanco.
Sobre las 14:45 , acabé el baño con un chorro de agua fría y me quedé nuevo, estaba como si no hubiera hecho nada.
Al salir de la ducha mi mujer me preguntó: ¿Te apetece comer algo? .
``Me apetece ir al Burguer King´´ contesté.
Me miró con cara de sorpresa, pero como sabe que tipo de bestia parda soy, no se sorprendió demasiado.
A los pocos minutos estaba con mi doble Whopper en la mesa, y mientras devoraba unas patatas fritas, le dije a mi mujer : ``Joder que guay, he hecho 2:29:20...en la próxima a por 2:2¿? (secreto) ´´ .

Este post como podéis ver ha sido una crónica de lo ocurrido, en el próximo analizaré la carrera , los entrenamientos y muchas más cosas.









viernes, 25 de noviembre de 2011

La hora de los campeones

Desde el primero hasta el último todos los que finalizan la maratón son unos campeones.
Estos momentos previos a la gran cita son los peores, los nervios ya no hay quien pueda pararlos.
Pero entre tantos nervios quiero hacer una pequeña reflexión:

Pase lo que pase, todos los que tomemos parte en la carrera hemos de ser conscientes de que lo realmente importante ya lo hemos conseguido.
Todos nosotros nos hemos puesto un reto, ya sea una marca o finalizar, pero el simple hecho de habernos puesto un objetivo lo suficientemente elevado como para superarnos a nosotros mismos para conseguirlo, nos tiene que hacer ver de lo que realmamente somos capaces en cualquier ámbito de nuestra vida, y de que nada es imposible si se le aplica la misma fórmula que hemos utilizado para preparar la maratón, es decir: Compromiso, esfuerzo, ilusión y creer que somos capaces.
Si lo pensáis, el objetivo final ya lo hemos conseguido, el premio final lo consigamos o no, ya lo tenemos dentro de nosotros, todas las virtudes que hemos sacado para conseguir ese objetivo, nos han transformado en mejores personas.
Al final el premio somos nosotros mismos, por sufrir, por arriesgar, por soñar, por haber tenido el coraje de vivir la vida y no simplemente existir.
Por todo ello solo podemos dar gracias a la vida, por la buena estrella que un día decidió que fuéramos corredores de maratón.

Suerte campeones.

Este discurso aunque es un poco bestia a mí me motiva bastante y quiero pensar que a vosotros tambien, pero especialmente lo pongo pensando en mis amigos Jose Luis Del Campo y Carlos Alcalá, espero que ellos y yo el domingo consigamos lo que nos pertenece.